miércoles, 31 de octubre de 2018

LAS DOS DEMOCRACIAS. LA DE LAS TEORÍAS Y LA DE LOS HECHOS. DEL PLATONISMO A LA REALIDAD.




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                                                        La elección de Bolsonaro como presidente de Brasil significa el derrocamiento de la democracia de las palabras, de la teoría política postulada como ideal desde la antigua obra de la filosofía griega, “La República” de Platón, por la “democracia” de los hechos. “Res non verba”, decían los romanos, es decir “hechos no palabras”.

                                                       Y la democracia de los hechos dista tanto de la pergeñada por la idealidad platónica como de la que llevó a Adolf Hitler al poder como canciller del Reich en 1933 por el masivo voto popular. Y también para la oligarquía conservadora, aliada hasta con el radicalismo y la izquierda, en 1946, el sufragio mayoritario que elevó al sillón de Rivadavia a Juan Perón, significó algo divergente y disolvente de aquélla democracia republicana y de principios que ellos sentían, y todavía sienten con los Kirchner como populismo ultrajante.

                                                   En realidad se trata de intereses contantes y sonantes y también de principios e ideas cuando quienes se postulan para el poder se someten al voto popular. Para algunos los intereses son sólo dinerarios, crematísticos, rentísticos, se viven sin principios, inescrupulosamente, y, para otros se defienden además principios e ideas de módica pretensión ética que, aunque no alcancen la perfección del supramundo de las ideas puras de Platón sirven para que todos vivamos un poco mejor y en una comunidad que aspira a realizarse, porque al pasar del mundo de la luz a la caverna de las sombras que describió Platón, se pasa de las ideas a la realidad y, ya en ella, o se privilegian las rentabilidades, la riqueza material, sin escrúpulos y sin vergüenza, como la que exhibe Bolsonaro, o se le da bienestar al colectivo humano del que todos formamos parte. 

                                                Del platonismo a la realidad existe la misma distancia que la que va del dicho al hecho, pero esta distancia debe cubrirse haciendo que cada uno de nosotros se experimente no como mero habitante que ocupa un espacio físico sobre el territorio nacional sino, profundamente, comprometido, como un ciudadano que actúa la democracia sabiéndose y sintiéndose integrante del colectivo humano. Sólo así nos libraremos de los Bolsonaro y de todos los que como él han tomado y toman el poder para ejercerlo y legitimarse con nuestra ligereza, falta de memoria, insuficiencia de información y, en suma, haber dejado morir la conciencia por un individualismo egoísta y frívolo.

                                        No se trata únicamente de la enfática declaración contenida en el artículo 22 de la Constitución Nacional, “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”, se trata, en cambio, de que esa representatividad se articule en los hechos y, para lograrlo, habría que agregarle a dicho texto “ y cumpliendo prioritariamente los mandatos que en sus plataformas políticas estos representantes han prometido al pueblo que los votó. Y en el caso de no hacerlo serán sancionados como infames traidores a la patria”

Amílcar Luis Blanco

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