jueves, 1 de noviembre de 2018

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL DESDE EL ODIO Y EL RECUERDO DE ALBERT CAMUS




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E
n el año 1960 moría en un accidente automovilístico, sospechado por algunos de atentado, Albert Camus, viajaba junto a su editor Gallimard, quien milagrosamente salvó su vida.Dejaba como lujoso legado sus novelas, sus obras de teaatro y sus ensayos filosóficos. De estos últimos “El hombre rebelde” es el que quiero traer a colación para ensayar, yo también, mucho más modestamente, mi pensamiento sobre la inteligencia emocional basada en el odio.
Un odio y un resentimiento que se han viralizado, como se suele decir ahora de los videos que se propagan en las redes. Porque sin duda polucionan con excesiva eficacia, pero además enferman y aniquilan el sentido común, el entendimiento de la realidad que campea entre los integrantes de la sociedad de hoy. Formatean las subjetividades.

                                              Si nuestra inteligencia de los hechos, de lo que pasa cotidianamente, procede a partir del odio y el resentimiento, se naturaliza, de la misma forma que explica Camus en su libro, o sea que se propaga, como la ideología que justifica el asesinato. Si bien el francés de Argelia, con la experiencia de esos dos mundos antagónicos, refería su pensamiento al holocausto y decía que el sentimiento de rebeldía rechazaba por igual la opresión tanto desde el sufrimiento del esclavo como desde la mirada del hombre libre, no ponía todavía de resalto el sentimiento de odio o resentimiento como nuevo ingrediente psíquico sumado a la razón.

                                                          Transcribo a Camus: “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese “no”? Significa, por ejemplo, “las cosas han durado demasiado”, “hasta ahora, sí; en adelante, no”, “vas demasiado lejos”, y también “hay un límite que no pasaréis”. En suma, ese “no” afirma la existencia de una frontera. Vuelve a encontrarse la misma idea de límite en ese sentimiento del rebelde de que el otro “exagera”, de que no extiende su derecho más allá de una frontera a partir de la cual otro derecho le hace frente y lo limita. Así, el movimiento de rebelión se apoya, al mismo tiempo, en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable y en la certidumbre confusa de un buen derecho; más exactamente, en la impresión del rebelde de que “tiene derecho a…”. La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón”.

                                                                Albert Camus con este párrafo da inicio a “El hombre rebelde”. Para él la conciencia surge con la rebelión, que supone la afirmación del hombre como dignidad, como principio fundamental que nada ni nadie pueden despojar. Reconoce la figura de la persona como individuo que merece ser respetado por el simple hecho de ser persona. Es el surgimiento del todo o nada, o el hombre es libre o es preferible morir por la libertad que sucumbir a la esclavitud. La rebelión no es egoísta, la misma dignidad que exige para sí la concede como natural a todas las personas. Para Camus no sólo es rebelde el oprimido, sino el que estando libre observa la opresión del otro al que debe rescatar. La reivindicación de los derechos humanos es responsabilidad de todos los hombres y mujeres. 
Si el rebelde oprimido, o sea el esclavo, tanto como el rebelde que estando libre observa la opresión del otro suman odio y resentimiento a su rebeldía desvirtúan el sentido prístino o genuino de esta rebeldía, la degradan, le quitan o le mutilan su vertiente solidaria fundada en el amor por el otro.

                                                   El sentimiento antagónico del odio es el amor, el del egoísmo el altruismo. En el amor y  el altruismo se funda la redención y se posibilita la construcción del colectivo solidario. La profunda diferencia entre el Dios del antiguo testamento y el de los evangelios cristianos es que en este último se pone el acento en el “amaos los unos a los otros” mientras que en el primero se privilegia el castigo, la punición constante de Dios hacia los pecadores que se apartan de su mandato divino. En cambio Cristo, hijo de Dios y Dios mismo para los creyentes, habla de “perdón” y de “piedad”, de “fe”, “esperanza” y “caridad”, las tres virtudes teologales consagradas.

                                                 ¿Por qué los traigo a colación junto al pensamiento de Camus? Ante todo porque integran un ideario común basado en una inteligencia emocional orientadora de una “inteligencia intelectual” que lleva a la paz y al entendimiento entre quienes componemos la especie humana.

                                              Los sentimientos de odio y resentimiento son siempre desdeñables y nocivos. Prohijan envidias y traiciones y desembocan fatalmente en la violencia y el asesinato. En las páginas de Camus encontramos la todavía reciente experiencia histórica de destrucción y holocausto de las dos guerras que inspiraron su pensamiento, en Cristo la redención de un pueblo sojuzgado y sometido a la hegemonía y brutalidad de la Roma imperial de comienzos de nuestra era. En ambos hay la conciencia coincidente acerca del amor, la solidaridad y el altruismo como componentes emocionales de una rebeldía razonante y razonable,  constructiva, redentora y fértil.

                                    Es esta la rebeldía que debe inspirarnos a los argentinos cuando nos proponemos transformar la realidad y convertirla en digna, acogedora y útil a todos nosotros, la rebeldía del amor y de la razón de amor.

Amílcar Luis Blanco.


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