jueves, 18 de abril de 2013

EL TOTALITARISMO DE LOS MEDIOS Y LA VISTA GORDA DE LA JUSTICIA


"Señora de ojos vendados
que estás en los tribunales
sin ver a los abogados
baja de tus pedestales,
quítate la venda y mira
cuánta mentira..."

María Elena Walsh

                                       Parece que el totalitarismo de los medios no molesta a la Señora de ojos vendados. El fallo de Cámara, del miércoles 17 del mes en curso, que da la razón al Grupo Clarín y declara la inconstitucionalidad de los artículos 45 y 48 de la ley de medios de comunicación audiovisual ha inclinado la balanza, entre el derecho a la información plural y el poder económico, por éste último. Ha tenido en cuenta que la ecuación económica de rentabilidad que el Grupo obtiene, manteniendo el crecido número de operadoras de cable por televisión y estaciones radiales,  que lo colocan en una posición dominante en el mercado de los medios, es más importante que el derecho que tienen los operadores independientes, cuya proporcionalidad aseguraría la difusión de noticias y opiniones no regidas exclusivamente por un principio crematístico, el desmedido afán de lucro, sino por criterios inspirados en posiciones cuyas finalidades tienen que ver con la educación, la ciencia, la ética y la cultura, para que cada uno de los que  reciban la variedad de noticias y opiniones puedan construír, ejercitando el criterio, verdades que les pertenezcan y estén más allá del miedo a perder la tutela que el grupo y sus avisadores puedan proporcionarles. Entre los monopolios y quienes podrían comercializar, con la vigencia de esos artículos de la norma en crisis, el servicio de información en un crecido número, gestando así una concurrencia a ese mercado de competencia perfecta, en el sentido que Adam Smith daba en "La riqueza de las naciones" a este concepto, los camaristas, de viajes y estadías pagados en Miami por el privilegiado grupo económico, han elegido dejar que este gigante avasallador y formateador de subjetividades siga cerniéndose y mandando sobre la enorme porción de sus televidentes y escuchas que seguirán  consumiendo así, sin defensa ni prevención, las toxicidades, tergiversaciones y mentiras que este desaprensivo Goliat seguirá propalando alegremente.-
                                                  Otros horizontes se abrirían para quienes encienden el televisor o el aparato de radio si en vez de escuchar la sempiterna monserga que desde hace décadas les lava los cerebros con las mismas opiniones, las mismas noticias sesgadas, cortadas y medidas conforme a los intereses que los miembros del grupo defienden, pudieran ver y oír, además de a estos mistificadores, a otros operadores cuyos puntos de vista difieren, en modo antitético, de los que hoy monopolizan los medios, porque el espectro radioeléctrico y televisivo estuviera repartido con equidad y verdadera Justicia.-

                                                             A la Justicia se le pide, según la antigua definición de Ulpiano, que de a cada uno lo suyo, que se comporte con equidad y equilibrio, sobre todo que reparta el poder en cantidades equivalentes y, ya se sabe, desde Foucault en adelante, que saber es poder y que ese saber o conocer se nutre del derecho a informarse libremente y a tomar de la oferta mediática lo que nos parezca adecuado escuchando a todos por igual y no a uno solo como si fuera el único, para que, de paso, sus riquezas no decrezcan.-

                                                                  Los votos de Najurieta, Guarinoni y de las Carreras, coinciden en distinguir el servicio que se presta a través del espectro radioeléctrico, limitado y susceptible de reglamentación estatal que quiebre el monopolio y asegure la pluralidad de contenidos, lo que sí consideran constitucional, del servicio que se presta a través del medio físico, cable, ilimitado en sus posibilidades, insusceptible entonces de extremada regulación, que puede y debe ser escrutada así con estrictez por la Justicia en cuanto a su razonabilidad y constitucionalidad.- En este último caso entienden que la integración vertical y economía a escala que asegure una millonaria audiencia, garantiza a la par una cuantiosa publicidad y a la postre una rentabilidad que la hace sustentable.- Razonan que si se aplicaran las restricciones del art. 45 de la ley 26.566, que permiten un solo prestador para el aire o el cable en una misma localidad, pero no su concurrencia, la televisión por cable quedaría irrazonable e inconstitucionalmente restringida con relación a su competidor satelital (Direct TV) que llega con su pluralidad de contenidos a una vasta audiencia cuantitativamente similar a la de Cablevisión, colocándola a esta última en una situación desventajosa.- Estas razones del fallo  están notoriamente unilateralizadas a favor del Grupo Clarín. Dejando de lado otras cosideraciones, ¿ qué impediría que este Grupo compitiese en igualdad de condiciones produciendo su propia emisión satelital con Direct TV?, nada ¿Por qué perjudicar a los pequeños cableoperadores locales disminuyéndoles o enervándoles sus derechos a propalar contenidos en sus propias localidades al imponerles la hegemonía y la potencia del grupo económico poderosísimo con el que no pueden competir? ¿Por qué razón el grupo Clarín no compite con  Direct TV en su propio terreno? ¿Por qué, manteniendo sus privilegios de licenciatarios, tiene que hacerlo desde el cable? Es muy sencilla la respuesta, para que sus suscriptores queden cautivos de esos servicios y no puedan contratar otros más baratos y en manos de prestadores locales, aunque éstos, incluso, creen fuentes de trabajo y para que acceder al cable, caro para una gran mayoría, signifique acceder a la única información posible. Debo agregar que quienes utilizan Direct  TV pueden acceder únicamente a los canales que pueden pagar, de contenidos cuantitativos y cualitativos mayores y más diversos que los que utilizan Cablevisión, quienes se ven obligados a aceptar la grilla que esta  empresa les ofrece, sin poder variarla.- En suma, Cablevisión monopoliza el servicio, sin competencia y desde el cable, para que no decrezcan ni su influencia en las subjetividades ni las riquezas del Grupo a que pertenece.

                                                                Que decrezcan si tienen que hacerlo en beneficio del derecho a informarnos y que se repartan entre múltiples prestadores del servicio porque en la tesitura que ha defendido la Cámara, aunque cite fallos estadounidenses del dudoso primer mundo del consumo y la globalización, nos empobrecemos todos económica y culturalmente.-

Amílcar Luis Blanco


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