“Mientras los niños juegan al
descubierto
Los hombres, en agraz, soñamos en
secreto.
Cada traición que llega,
reiterada,
nos sacude otro sueño”
Amílcar Ovidio Blanco
Estos versos
escritos por mi padre pueden aplicarse para caracterizar la actualidad política
argentina y también evocan la condición del dios de la mitología romana Jano
que tenía dos rostros, uno mirando al futuro y otro al pasado ¿Por qué?
Porque los
niños que juegan al descubierto son Mauricio Macri y sus ministros. Ceos de
empresas cuyos únicos objetivos consisten en maximizar ganancias, para ellos,
ocuparse de la política, de las responsabilidades del Estado, es un juego. Un
juego ejecutado además sin culpas, como el de los niños y como el de los
psicópatas que carecen de empatía por sus semejantes.
“Los hombres
en agraz” que sueñan en secreto, habida cuenta que el término agraz refiere a
la inmadurez y habida cuenta también que el secreto supone la culpa de tener
más fantasías que sentido común, son aquéllos que los eligieron, que los
votaron para que sean gobernantes soñando, secretamente, con un “cambio” que
los redimiera, que mejorara sus condiciones de vida pero que, al cabo, son
traicionados y viven hoy con sus esperanzas, sus sueños, sacudidos.
Por último, la
referencia al dios Jano, además de ser una alegoría que supone la doble
inmadurez del niño y el adulto, la primera exenta de culpa, con rostro risueño,
la segunda con la amarga fisonomía del remordimiento por haber atendido más a
las fantasías que a la realidad, alude a aquel famoso fallido de María Eugenia
Vidal en campaña “cambiamos futuro por pasado”.
Lamentable,
porque quienes no votamos a Macri y tuvimos el llamado de la realidad y el
sentido común debemos padecerlo y cambiar futuro por pasado y, a la fuerza, nos
han ubicado y nos siguen posicionando frente a la peor cara de la deidad
romana. Mientras los ejecutivos devenidos en gobernantes juegan a la política e
intentan aprender el juego y, sin arrepentimiento alguno, siguen haciendo
negocios y ganando dinero a través de las oportunidades que les brinda el
poder, el pueblo entero, quienes lo votaron y lloran sus culpas y quienes no lo
hicimos y sufrimos a causa de sus ambiciones y sus inocencias psicopáticas,
sufrimos, todos por igual, las consecuencias.
El dios Jano
es también el de los comienzos, el que le ha dado su nombre al mes de enero, el
de los cambios y las transiciones. En antiguas leyendas simbolizó el auge de la
agricultura de cosechas copiosas, o sea, de la riqueza. Esperemos tener la
suficiente salud psíquica en el futuro no muy lejano para no confundir los
mitos, las fantasías, con la realidad. Para que los dioses que, como Jano,
sostuvieron las esperanzas de una vida mejor no nos confundan y nos iluminen
con la luz que irradian los versos de mi padre.
Amílcar Luis
Blanco
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