lunes, 14 de enero de 2013

A propósito del capitalismo





















El capitalismo, como forma del liberalismo económico, debería quedar relegado a una técnica útil únicamente en un sistema político, económico y social que, desde lo jurídico, asegurase la equidad en la distribución de la riqueza. Ponerlo como "axis mundi" o eje de la economía resulta, por lo menos, anacrónico e, indiscutiblemente, antifuncional y regresivo. Si bien el incentivo de la expectativa de ganancia es motivador para quien crea y produce en este campo y no sería jamás recomendable un cuadro de situación jurídico político que lo desconociese o aplazase, lo que derivaría en un verdadero totalitarismo regresivo en todo sentido, sí en cambio es conveniente que se lo regule en función de las necesidades y derechos de quienes integran la sociedad, dado que en su seno hay seres humanos que cumplen y encarnan una pluralidad de vocaciones diferentes que deben integrarse con la vocación de ganancia.
Incluso desde la educación debe predicarse que la inclinación a ganar dinero no debe practicarse sin el correspondiente sentido ético o moral que la acompañe. Un estafador, un ladrón, están tan imbuidos por la ambición de la riqueza como un industrial, un comerciante, un profesional o cualquier otro mortal. La diferencia es que en los primeros no hay escrúpulos o consideraciones valorativas hacia sus prójimos que detengan sus impulsos o apetencias como si existen, o deberían existir, esas estimaciones en los otros. En derecho se dice "neminen laedere", no dañar, no vulnerar, no herir al otro; respetarlo en su integridad. La ética predica incluso la ayuda, la solidaridad. Las religiones, la judeo cristiana en particular, hablan de caridad, una de las tres virtudes teologales.
¿Pero qué ocurre cuando lo axiológico, lo ético, los valores, se transforman en meras formas, cuando se recurre a la hipocresía y el cinismo y, con habilísimos subterfugios y chicaneo leguleyo se hace una simulación, una parodia constante de estos valores y se los burla, se los desconoce? Como las conductas virtuosas están prescriptas por normas éticas se cae entonces en lo que se denomina la "anomia". Es decir, se actúa en un mundo "anómico", sin normas, en el que cada uno aspira a sobrepujar y superar al otro en una competitividad hueca y vacía.
El caos, el desorden, que generan las conductas anómicas en una sociedad llevan a la debacle, al derrumbe de la organización jurídico política, al "sálvese quien pueda" y, por supuesto, a la exclusión y marginación de vastos sectores que son explotados por los inescrupulosos. Por eso el capitalismo es regresivo, anacrónico. Pone en retroceso el crecimiento individual y colectivo al destruir los valores que alimentan  el equilibrio vital de una comunidad y la transforma en injusta porque algunos se quedan con lo que a otros les falta. La idea de la justicia social es que no le falte nada de lo elemental a nadie aunque otros puedan tener más porque se les retribuya su capacidad o ambición o ambas, pero siempre ese tener más debe encontrar un límite en función de lo social. Nadie puede tener derechos adquiridos contra los del conjunto de una sociedad. Hay valores que, desde antaño, son de orden público. Esto ya fue visto y predicado por distintos filósofos: Aristóteles, Marx, Sartre, por citar algunos.
Pero lo disvalioso sucede cuando la idea de ganancia individual es la que prima, la que aspira a ser y es, de hecho, la "episteme" o el principio a partir del cual las políticas se proponen sus planes de acción. El móvil crematístico, el deseo de lucro, que anima a quienes trabajan, debe redundar en beneficio y mejoramiento de sus vidas, contribuyéndose, más allá de lo que estas produzcan o generen materialmente, a la formación de un capital que, aunque generado por una "plus valía" o proporción de trabajo no remunerado al trabajador individualmente, sirva como excedente que deba volver a todo el conjunto social y distribuirse con equidad.- La idea es que no puede redundar exclusivamente en beneficio de una persona o grupo de personas porque entonces se transforma en caos, desorden e injusticia social y material.


Amilcar Luis Blanco



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