Este parece ser el match o la pelea de
fondo, para expresarlo en términos de crónica deportiva, que se juega entre
kirchnerismo y oposición.- Del lado del oficialismo están quienes han defendido
y defienden la política entendida como participación popular legitimante, del
otro, el de la oposición, el sector conservador, cuantitativamente minoritario,
integrado por las corporaciones mediáticas hegemónicas que abrevan también en
un empresariado monopólico que apuesta siempre a maximizar sus beneficios como
meta exclusiva y excluyente de sus actuaciones .- Estos últimos por sus voceros
como Elisa Carrió o Santiago Kovadlof, por ejemplo, hablan de República como opuesta
a un supuesto autoritarismo populista, al que no le reconocen su calidad
democrática.
Habría que remontarse a las Repúblicas
griega y romana, a Platón, a Tito Livio, para recordar que aun en el caso de
una república aristocrática – gobierno de las elites apoyadas en las supuestas
virtudes correspondientes a la opulencia de una única clase con acceso a la
educación – se apostaba al bien común y que, como apuntara el historiador
romano, las principales leyes de aquél período histórico político que precedió
al imperio en la ciudad de las siete colinas eran las que habían tenido un
apoyo tumultuario, las que habían sido plebiscitadas en las asambleas de la
plebe, forma de democracia semidirecta que ni siquiera requería que quienes
representaban al populacho frente al Senado se independizaran de la voluntad y
el propósito de sus mandantes.
Otro tanto puede decirse de los
jacobinos que entre 1791 y 1794, dieron forma en Francia, a la primera
república y que basaban su autoridad en la soberanía popular, y cuyas
posiciones eran radicales, anticlericales, antimonárquicas. Maximiliano
Robespierre (1758- 1794) afirmó que: “la
democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, regido por leyes que son
obra suya, hace él mismo todo lo que puede hacer, y permite hacer, por medio de
delegados, todo lo que él mismo no puede hacer”. En esta definición el
líder jacobino conjugó el principio de la soberanía popular con los de la
representación política y el Estado de Derecho.
“¿Custodios de la República o enemigos de la Democracia?, es el título del libro de publicación reciente de Eduardo Jozami, en el que se sostiene que los grupos dominantes que integran ese poder real y actuante, que este Estado de Derecho Democrático y Republicano, con mayúsculas, sustancia en cambio con base en el apoyo popular masivo en las urnas, no sólo no avanzan en propuestas que superen el límite de la representación para gestionar sino que se quedan atrás, retroceden, hacia un concepto de república cuyo único respeto y principio ordenador es el derecho de propiedad, participando así del concepto que la ministro de Ronald Reagan, Jeanne Kirkpatrick, reservó para la Argentina, quien al distinguir entre gobiernos totalitarios y autoritarios, consideró que la dictadura que gobernaba nuestro país por aquélla época era un gobierno sólo autoritario y tolerable porque respetaba el derecho de propiedad. Es decir, perdida para las minorías opulentas, privilegiadas y prebendarias, desde 1983 hasta ahora, la posibilidad de interrumpir el mandato de gobiernos elegidos por el voto popular mediante golpes militares, brazo seglar y armado de esta clase oligárquica, utilizando los enormes recursos que un derecho de propiedad sobre emisoras de radio y televisión y medios gráficos proporciona a esa clase, dándole una posición dominante en el mercado de medios y también en otros mercados que les permiten lobbies y boycots permanentes, se apela al recurso de desprestigiar, mentir, sesgar la información, producir corridas cambiarias e inocular odio en la subjetividad de quienes son destinatarios de esta andanada comunicacional y cursos de acción tóxicos para obtener los mismos objetivos, derrocar al gobierno popular y participativo, cortar la inclusión social, la equidad en la distribución del ingreso y disminuir una demanda global que los obligaría a actuar en el campo económico no únicamente teniendo como meta el beneficio sectorial sino la igualdad y la ética que lleva al bien común y al estado de bienestar.-
El derecho de propiedad como ordenador
de los demás derechos, como superior a todos los demás, incluidos la libertad y
la igualdad, en esta lógica perversa, en este camino hacia la plutocracia más
descarnada, reino de la exclusión, intemperie de anomías, éticas y jurídicas,
en la que todo se despersonaliza para quien queda fuera y es condenado a la
miseria, basado en una concepción de egoísmo e individualismo máximos, adquiere
así una preponderancia que lleva a considerar las explicaciones que Jean Paul
Sartre da en “El ser y la nada” acerca de la historia de occidente cuando
señala la prevalencia de las cosas, de los objetos, sobre los seres humanos,
concretamente con relación a la ruta del oro, su extracción de las minas
americanas, su transporte a Europa y la entronización de su posesión y toda la
significación que arroja sobre quienes, hombres y mujeres, esclavos y
esclavistas, debían actuar alrededor de ese metal precioso. Ese estar al
servicio de las cosas, del mundo material. Característica deplorable del
espíritu humano que en lo cotidiano nos pasa tan inadvertida y a la que Julio
Cortázar en “Historia de cronopios y de famas” pudo referirse destacando lo
naturalizado de esa domesticidad y mansedumbre con la que aceptamos un regalo
creyendo que es un regalo, cuando hace notar que, al contrario de lo usualmente
interpretado, cuando nos regalan un reloj en realidad somos nosotros los
regalados al reloj porque en adelante lo cuidaremos, temeremos perderlo, lo
compararemos con otros relojes, etcétera.-
Es decir, este costumbrismo de aceptar
la prevalencia de lo material y una como indiscutible propensión al
acrecentamiento inmoderado de las posesiones materiales como legitimación de
toda riqueza y de todo rico, nos pone cada vez más a mayor distancia de
ponderar los valores humanos cifrados en la solidaridad, el respeto al otro y a
sus derechos a acceder a oportunidades tendientes a lograr la inclusión y la
movilidad social y una participación equitativa en el ingreso.- Libertad,
igualdad y participación popular dan sentido y contenido a toda democracia e intentan
como valores convertirnos en seres más humanos y sobre todo realizarnos como
protagonistas de la historia y la cultura, aún desde el punto de vista de
nuestra materialidad psicofísica para valernos de los bienes y no para
inclinarnos ante sus majestades que nos empobrecen y despotencian cuando los
convertimos en la meta más alta de nuestras vidas.
Amilcar Luis Blanco ("La libertad guiando al pueblo" oleo
sobre tela de Eugene Delacroix)