La más pérfida hegemonía, y este país lo sabe, cada una de sus cabezas
lo ha sabido y cada uno de sus corazones sentido, es la del miedo. Miedo a no
ser, a no poder seguir siendo, incluso físicamente, si partimos de los treinta
mil desaparecidos que dejaron su irredimible huella, su hueco, su vacío, a
manos de la más siniestra confabulación genocida de civiles y militares llenos
de odio por talar y segar a quienes lucharon por la justicia económica,
política, social, humana en resumen. Miedo a perder otra vez el futuro y
retroceder a ese pasado de agresivas y destructivas privaciones propiciadas por
esa clase de gente. Que vuelva ese pasado sin futuro, oscuro y opresivo, esclerosante,
para la mayor cantidad y calidad de gente, limitándonos los más a ser
espectadores de los menos, que son los que más tienen y menos dan, los únicos
que pueden hacer y hacen casi todo lo que quieren. Los que han llegado a una
posición de solvencia social y económica que les permite ser y ejercer la libertad
de la indiferencia.-
Estas reflexiones me las ha sugerido la lectura del artículo de Beatriz
Sarlo, publicado en “La Nación ”
del 12 de marzo de 2011, que habla de la
hegemonía de una cultura kirchnerista que ella, naturalmente, denosta y
deplora.- La juzga fundada en la creencia, actitud ésta primitiva y elemental
que perjudicaría las facultades críticas de quienes adhieren fervorosamente al
“Nunca menos”, especie de sentimiento dique, de represa emocional, instintiva
que, formulada en una canción, llama a no retroceder en las conquistas
obtenidas acerca de los derechos humanos, la distribución equitativa del
ingreso, la inclusión social y la exaltación del sentimiento de amor y
solidaridad a través de realizaciones dirigidas puntualmente a los desposeídos.
Semejante manifestación de crecimiento y vuelta de tuerca que permite despegar
del miedo, la ignorancia, la imbecilidad, el lavado de cerebros propiciado por
la prensa hegemónica, siempre al servicio de los intereses de grupos
monopólicos que cautivan el mercado y nos reducen a meros consumidores pasivos
de lo que producen, le parece a Sarlo un síntoma de esclerosamiento y
autoritarismo cultural. Ella ve las cosas al revés de cómo las veo yo y las ven
muchos como yo.
Cita a Gramsci y diferencia entre hegemonías culturas auténticas y
democráticas, horizontales, no propiciadas desde arriba, desde el poder, como
sería para ella este “Nunca menos” de los Kirchner que tendría así la marca de
lo autoritario, de lo que va de arriba hacia abajo. Ante todo debería reparar
que esta manifestación es espontánea, surge de los jóvenes y no de alguna
oscura directiva del Poder Ejecutivo gobernante. Debería tener en cuenta o
advertir que se trata de, como en los coros o cánticos que emanan de las
muchedumbres, un fervor, un sentimiento
popular, una respuesta o repulsión a
aquélla otra negra hegemonía, la del miedo.
También no estaría de mas que tomase en consideración que las burguesías
liberales, capitalistas, hace ya por lo menos dos siglos que vienen practicando,
además de la violencia, el prepo, la tortura y la muerte, cuando estos medios
les fallan, la hipocresía y la mentira para defender, a capa y espada, con
argumentos vergonzantes sus riquezas exageradas y asimétricas con la sociedad
trabajadora que las crea y las produce y, que éste combo cultural, bastantes
veces hegemónico, es una burda patraña artificial, envejecida y maloliente que
ya nadie tolera porque la temperatura de la verdad o realidad que pretende
ocultar o cubrir es tan alta que todas las creaciones de sus teorías efímeras,
vacías y frívolas, se funden y derriten como le ocurriría a un témpano dentro
de un alto horno. Señora Sarlo, la pobreza arde y quema, la exclusión social
levanta todavía más esta temperatura de intemperie y arremete incluso contra el
miedo paralizante que antes tuvo bayonetas, torturas y encierros y hoy tiene
timoratos, serviles y lamentables abogados que tiritan de miedo pánico y tratan
de apaciguar al poder.
Una canción, una creencia, la de que no debemos retroceder en las
conquistas obtenidas, es también una convicción cultural. El estado de
bienestar no lo obtendrá la humanidad quedándose de brazos cruzados. La
polución ambiental, la contaminación de los mares y los ríos, talas de bosques,
pruebas nucleares, no se terminarán dejando que las fuerzas del mercado
libremente hagan lo que quieran en medio de una comunidad acrática y
dependiente de sus veleidades. Será necesario un estado jurídico político que
se ocupe de gestar acciones inteligentes y solidarias y las lleve adelante sin
tener como metas únicas la ganancia y el lucro. Será necesario que el
desinterés y la inteligencia guíen de una vez por todas el destino de la
humanidad.-
Amilcar Luis Blanco (Pintura de Ariel Gulluni)