Karl Gustav Jung, en el prólogo al “Ulises” de Joyce, escribió: “Desde
la alta atalaya de la historia todavía estamos en la edad media”. El grupo
monopólico de medios de comunicación gráfica y audiovisual “Clarín” está en un estadio anterior y no cesa en su tarea
de hacer retroceder e intentar hacernos retroceder a todos a ese estadio. Es el
de las familias romanas de los siglos anteriores a nuestra era, cuyos símiles
actuales son los de las mafias, que imponían sus criterios de conducción a las
demás familias que conformaban su gens y lo hacían extensivo al resto de las
gens que estructuraban la tribu y en definitiva a las tribus que constituían la
ciudad. Por último la Roma
imperial diseminaba su dominación en toda la cuenca del mediterraneo a partir
del criterio de un puñado de “pater familiae” que se reunían en el antiguo
Senado. Este particular sistema de dominación y dirigencia, que globalizaba el
mundo conocido hace más de dos mil años y que llega hasta nosotros en esa forma
de memoria colectiva que es la ciencia histórica se repite hoy, con ligeras
variantes debidas al desarrollo de la ciencia y la técnica, desde el seno de
las corporaciones monopólicas que rigen diferentes rubros de las economías
nacionales pero que tienen puesta su conciencia de información, saber y
difusión de ese saber, el cual es poder según la caracterización de Michel
Foucault, precisamente desde los monopolios mediáticos e informáticos que
colonizan las subjetividades de las masas humanas, destinatarias
predominantemente pasivas de sus mensajes, hasta el último rincón de la porción
de planeta que llamamos occidente.-
Ellos imponen a las mentes,
individual y colectivamente, los contenidos de todo tipo que las motivan y
movilizan; es decir las estructuras de libertad existencial que ellas desean y
producen, con el acompañamiento incluso de esa ilusión de libertad que suele
hacerlas verosímiles para quienes las actúan sin advertir éstos últimos que
están siendo manipulados y utilizados. El mundo que imaginara Orwell en “1984” y Franz Kafka en “El
Castillo” ha llegado y proyecta su siniestra, sombría e inescapable fantasmagoría,
aún de modo ilusorio y deletereo, sobre cada uno de nosotros. Siguiendo a
Sartre podría decirse que nuestras conciencias en continua interacción con los
valores, obstáculos, objetos, sujetos, a los que trascendemos constantemente en
ejercicio de una libertad a la que estamos condenados, deben ocuparse de
actualizar motivaciones y móviles, es decir, horizontes o fronteras, que nos
son puestos por delante por esos medios monopólicos, los cuales operan
unilateralmente y, por supuesto, siempre, a favor de sí mismos, es decir, de
sus intereses corporativos y sectoriales y que gestan, además, la ilusión de
que somos nosotros quienes elegimos qué leer, qué vestir, qué comer, qué
destinos vacacionales frecuentar, a quién votar para que nos gobierne, etcétera,
cuando en realidad estamos atrapados en un alrededor o circuito omnipresente
que nos circunda como una atmósfera insuperable en la que siempre “ellos” son los
elegidos a través de lo que eligen para nosotros. Hablamos un lenguaje de
“neohabla” en cuyos textos y discursos los hechos realmente sucedidos, las
catástrofes y holocaustos padecidos, las dolorosas verdades, tienden a ser
borradas de las memorias individuales y de los imaginarios colectivos y
reemplazadas por las mentiras, subvaloraciones, desvalorizaciones, sesgos,
tergiversaciones y construcciones que realizan los medios; una verdad
elaborada, cargada de mala fe, que nos envuelve con más levedad y sutileza que
una telaraña. Esto nos convierte, de algún modo, cuantitativa y
cualitativamente considerados, en seres unidimensionales al estilo de los que
definiera Herbert Marcuse. Las medidas y dimensiones de nuestros sueños y
deseos marchan en el sentido en que estos medios formateadores de nuestras
interioridades e integridades psíquicas quieren que marchen, en la dirección y
el sentido que ellos postulan, propalan
y, en definitiva, imponen.-
Las manifestaciones masivas, mas o menos numerosas, convocadas a través
de las redes sociales de internet y de medios gráficos y audiovisuales,
ocurridas en diferentes ciudades del país el 8 de noviembre pasado, constituyen
una buena prueba, una viva muestra de lo que digo. Gentes que repetían y
repiten como loros consignas, denostaciones, juicios de valor, clishes de
pensamientos, emitidos por esos medios cuando una periodista, Cinthia García,
los interrogaba acerca de las razones o motivaciones que habían tenido para
acudir a las convocatorias y que, además, sacaban a relucir como móviles para
su accionar, odios, resentimientos, rencores, fastidios, inoculados en sus
conciencias por esos medios masivos pero que, en la enorme mayoría de los
casos, les son completamente ajenos.
Hubo, por ejemplo, entre quienes fueron indagados, una mujer, ama de
casa, cuya preparación y sus medios económicos la revelaban como una persona
cuya vida no se desenvolvía más allá de su casa, sus compras y tareas domésticas, que se
deshacía en insultos contra el secretario de comercio interior y exterior,
Guillermo Moreno, a quien no había conocido ni tratado en su vida, ni era
o es presumible que trate jamás¿Cómo
podía hablar así de él; alguna vez ella, acaso, se había cruzado con el
funcionario porque tuviese que importar o exportar algún producto? No, sus
opiniones no sólo eran las de alguien que lo ignoraba todo respecto del señor
Moreno, sino también las de alguien que ni siquiera estaba medianamente
calificada para hablar acerca de la gestión del secretario, ya que sus
quehaceres cotidianos la alejaban y alejan casi antitéticamente de esa
posibilidad, pero no de la de leer de ojito algún suelto de Clarín o escuchar
algunas de las tantas emisoras de radio y/o televisión que demuelen
insistentemente la imagen del funcionario.-
Y
esto se repetía con cada entrevistado ¿Cómo puede, entonces, no exigirse
terminar con este tipo de dominaciones, poner en vigencia de una buena vez por todas,
la ley de servicios de comunicación audiovisual, para, por lo menos en este
rubro, quebrar la hegemonía del monopolio y asegurarnos la concurrencia plural
de las opiniones sectoriales que, no ocultándonos desde qué intereses hablan,
nos permitan pensar y formar un criterio propio a partir del conjunto de
verdades relativas que todos encarnamos para poder vivir en auténtica libertad?
Para citar a otro filósofo enorme del siglo XX, Martín Heidegger,
debemos decir con él: “ … en verdad sucede que todavía no pensamos …”
Las motivaciones para las manifestaciones,
según los sondeos hechos a los concurrentes, fueron: la oposición a la re-reelección
de Cristina Fernández de Kirchner y a una posible reforma constitucional para
lograrlo; la inseguridad; la corrupción; la inflación y el retraso en el tipo
de cambio; también lo que denominan como cepo al dólar. Todos estos temas han
sido agitados por los medios. Quienes son espectadores, oyentes y lectores de
estos medios y repiten como letanías los catecismos aprendidos, los plantean
como tópicos genéricos y con formulaciones tan anodinas e insípidas que sería
imposible, por su oquedad puramente retórica, que no llegasen a formar parte de
cualquier plataforma política tanto de centro derecha como de centro izquierda
sin otorgarle singularidad a ninguna. En estas manifestaciones, salvo algunos
trasnochados y fanáticos opositores, cuyos sentidos críticos han sido anulados
o directamente quemados por los medios, los reclamos por falta de libertad de
expresión o reunión, antes tan frivolamente esgrimidos, han cedido o han sido
prolijamente ocultados por los medios masivos para que no se desnude lo
fatuo, insincero e insustancial de sus
discursos o para no caer en el absurdo, la ridiculez o el disparate, en los que
ya han incurrido innumerables veces dando pie a justificadas descalificaciones
desde el oficialismo.
También se han silenciado e invisibilizado las agresiones físicas y los
insultos a periodistas de medios oficialistas y, aún, pertenecientes al
conglomerado del grupo Clarín.-
Lo que mejor y con mas esmero han encubierto o disfrazado ha sido, por
parte de los grupos de clase alta, clase media alta, y directivos de las
corporaciones mediáticas, que han estado detrás organizando las paradas, que
nada han tenido de espontaneidad, ha sido su oposición al cumplimiento de la
obligación de desprenderse de emisoras radiales y televisivas por parte del
grupo Clarín. Saben que, en este terreno, el liso y llano incumplimiento de la
ley resulta dificilmente defendible, aún para quienes han sido en estas
manifestaciones orquestadas por ellos sus utilizados acompañantes.- De todos
modos, por el nuevo “modus operandi” gestado este 8 de noviembre pasado, que ha
superado en número y resonancia al del 13 de septiembre último, trasuntan su
inveterada picardía, sus trucos de prestidigitadores y sus procedimientos de
sutileza maquiavélica para no perder la parte del león que vienen usufructuando
con su posición dominante en el mercado de los medios y en la subjetividad de
las masas.
Y toda esta parafernalia eufemística tiene un propósito estratégico:
presentarse como moderados demócratas de
centro izquierda para tratar de que el gobierno quede como derechoso y
fascista. Por muchos trasvestimos y enmascaramientos y silencios e
invisibilizaciones, trampas, tergiversaciones y mentiras que utilicen, su
monstruosidad y primitivismo es ya inocultable y deberán correr a esconderse
cuando la verdadera Democracia vuelva a conquistar la pluralidad de las
multitudinarias voces que la componen y le dan vida y ellos queden en la
historia como un cascarón vacío.-
Amílcar Luis Blanco