viernes, 18 de diciembre de 2015

LA ABEJA REINA Y EL ZÁNGANO







Lo característico y principal de las abejas es su capacidad de socialización y de vivir en colonias complejas y rigurosamente organizadas, donde siempre hay una sola abeja reina, abejas obreras y zánganos. Esto lleva a la convicción de que las abejas ejercen o profesan por lo menos un adarme de psiquismo, o quizás mucho más, que las mantiene cohesionadas, organizadas y atentas a los peligros. Es decir que, como especie, no sólo se alimentan biológica u orgánicamente acercándose a las fuentes de agua, llamensé corrientes, como ríos y arroyos, o estanques, como piscinas, albercas o cisternas y, por supuesto, a los jardines con flores para libar el polen y fabricar la miel y la jalea real con la que alimentan a sus reinas, sino que además y también poseen un psiquismo que les permite defenderse como especie.


Las obreras son las mas numerosas en toda la colonia, son siempre abejas hembra y son las encargadas de trabajar constantemente durante toda su vida, vida que en regla general, no supera los cincuenta días. Un símil con la comunidad humana de la que formamos parte ya que los trabajadores, empleados, operarios, obreros, profesionales, comerciantes, pequeños empresarios, sin distinción de sexos, trabajamos la mayor parte de nuestra vida y en general el desgaste que esto supone, físico y mental, no favorece precisamente nuestra longevidad.


Los zánganos, son exclusivamente abejas macho, solo existen un centenar por colmena, y su presencia esta destinada a fecundar a la abeja reina, no pueden alimentarse por sí mismos porque no tienen aguijón asi es que deben ser alimentados por las obreras. Tienen el cuerpo mas ancho que estas últimas y ojos mas grandes y más saltones. Siguiendo con la comparación podría decirse que los desvalidos, niños, ancianos o simplemente vagos y vagas, sin distinción de sexos o preferencias de nuestros deseos genitales, nos parecemos bastante a los zánganos. Tampoco tenemos aguijones que nos permitan obtener recursos para vivir y somos alimentados por los que de verdad se rompen el lomo día a día para ganarse el sustento.


Finalmente la abeja reina, existe una sola en toda la colmena y es lógicamente hembra. Esta va a nacer de un huevo que recibió cuidados reales, y como para asegurar la existencia de una abeja reina, hay varios huevos de este tipo la abeja reina al nacer deberá matar la larva de las demás ya ex posibles abejas reales, es decir de sus competidoras. Si llegara a nacer otra abeja reina, deberán pelear a muerte y la que sobreviva será la nueva abeja reina de la colmena que es la única apta para la reproducción ya que las demás obreras son estériles. Su función es únicamente la de poner huevos, vive cerca de los cuatro años y puede llegar a poner hasta doscientos mil huevos en toda su vida. Es decir es longeva y fecunda, tiene aguijón para agredir, competir y ganar o morir.


Los integrantes de la colmena humana, además de reproducirnos biológicamente, tenemos una descollante vida psíquica, pero preferentemente más dedicada a nuestro ego que al colectivo de egos que somos como especie. Esto nos diferencia claramente de las abejas. 

Somos poco solidarios y también de una fecundidad concupiscente. No guardamos fidelidad a reina alguna y, aunque aparentemos monogamia, somos esencialmente polígamos y promiscuos, característica ésta que nos aleja de los comportamientos activos de los zánganos y de las abejas en general. 

Nuestro comportamiento como especie deja mucho que desear. Somos más individuos que especie. Nuestros instintos de conservación están más dirigidos a nuestro ser individual que a nuestro ser colectivo. Los roles ejercidos por nosotros como integrantes de una sociedad son casi siempre imposiciones culturales. Desde el tabú del incesto hasta la filantropía declamada y no cumplida hacen que nuestra cohesión gregaria carezca de toda inteligencia y, ¡ni hablar!, pueda cifrarse en la infalibilidad del instinto que proteje a los cardúmenes de peces, las jaurías de los canes, las manadas de los búfalos, las bandadas de los pájaros o los enjambres de las abejas. 

Con un evidente complejo de culpa, justificado además, nos reproducimos culturalmente para trascender a la continuidad histórica como especie sabiendo que de especie tenemos muy poco. La pensamos más que sentirla y, cuando de pronto aparece ese instinto de especie, surgiendo desde nuestro estómago, en las canchas de futbol, en los recitales de rock, en los mitines políticos, es para alentarnos a comportamientos deleznables que, una vez que nos alejamos del tumulto, recuperada la paz de nuestro ego, suele avergonzarnos. 

Son excepcionales los casos en que héroes salvan vidas sacrificando las suyas individuales y, cuando lo hacen, consideramos elevarlos a la categoría de los semidioses o los convertimos en mitos, los sentimos sobrehumanos. Antes y desde el invento de la escritura y la imprenta trascendíamos a través de los libros, las partituras, las obras plásticas. Era la manera en que, lavando nuestra culpa, podíamos, como las abejas, fabricar nuestras mieles habiendo abrevado o polinizado en nuestras experiencias de vida. Desde don Quijote y Sancho Panza hasta los atormentados personajes de Kafka la novela, por ejemplo, ha sido un producto cultural surgido del aprovechamiento o metabolismo y elaboración de las experiencias humanas en distintas épocas. Los modos de polinizar y fecundarnos en la trascendencia. 

Actualmente, creo, más que producir mieles producimos venenos. Y ello ocurre porque no abrevamos ni polinizamos en experiencias vitales en las que pongamos el cuerpo y el alma en directo contacto con las realidades como lo hacíamos antes de la revolución tecnológica. 

Actualmente, por el contrario, abrevamos y polinizamos indirectamente, no en experiencias contiguas a lo real sino que nos conectamos al mundo virtual, a la polución de lo mediatico, en el que el agua de los rios o estanques y las flores coloridas de los jardines están ausentes. La realidad se ha ido, ha desaparecido. Además ha quedado suplantada por mentiras, tergiversaciones, sesgamientos interesados, aviesos, destinados a defender intereses poderosos; los de las corporaciones y las personas que las dirigen o se constituyen en beneficiarios directos de sus prosperidades. 

Es decir nos vinculamos o enganchamos a noticias, información, opiniones, propagandas, que laten, parpadean o brillan, como las estrellas en la insondable negrura de la noche, en el mundo virtual, principalmente en las pantallas del plasma o televisor o cine, en las voces de la radio, en la corolatura chillona y las letras catástrofe de la gráfica y las transformamos en nuevas opiniones, creencias, expectativas de conducta, etcétera, que más que mieles suelen ser venenos, tóxicos que nos emponzoñan el entendimiento y hasta el alma, si es que la tenemos. 

Infisionados o infectados con estos venenos, reproducimos actitudes, comportamientos, estados de opinión pública que se traducen en políticas activas o pasivas que orientan el destino del colectivo al que pertenecemos, pero que en vez de orientarlo a menudo lo desorientan, en vez de defenderlo y protegerlo de las acechanzas los llevan a la perdición, la debacle. Tal también el sentido de lo que se mediatiza, esto es la realidad misma que en su materialidad y sensualidad, en su ser empírico se aleja, se distancia de nosotros, se enajena o aliena de nuestra conciencia, de nuestra vigilia, para convertirse en objeto difuso, fantástico, e ingresar así en nuestro imaginario de un modo casi invisible, inconsciente e influír luego en nuestros comportamientos de un modo sutil, subliminal.

Tiene, por todo lo reseñado, mucho sentido comparar a las comunidades humanas con las colonias de abejas y cabe preguntarse qué ocurriría en una colmena si en el lugar de la abeja reina se colocase un zángano. Si bien esta situación sería imposible de realizar entre las abejas porque ellas obedecen a imperativos del instinto natural de la especie y este es infalible, en el caso de los humanos, que como dijera el poeta alemán Rilke, vagamos con paso torpe e inseguro por un mundo interpretado, semejante transposición y suplantación de roles es no sólo posible sino que ha ocurrido y ocurre casi constantemente. En la historia de la humanidad se han dado líderes femeninas procedentes del antiguo régimen, por ejemplo en Inglaterra, como Isabel II, o surgidas del republicanismo conservador de su actual régimen parlamentario, como Margaret Tatcher y líderes femeninas apasionadas y populares como Juana de Arco en Francia y la Pasionaria en España. Pero también zánganos varoniles, algunos maníacos, verdaderos psicópatas o psicóticos muy dañinos, como por ejemplo Calígula, Nerón, Enrique VIII, Hitler o Stalin, han ocupado tronos y sitiales de poder. 

En nuestro país, una abeja reina, Cristina Fernández, ha gobernado de modo memorable para un mayoritario número de personas que han apoyado y aprobado su gestión y sus dos períodos consecutivos de mandato cumplido que han sido fecundos en realizaciones. Ella y también su marido, Néstor Kirchner, que la precediera y provocara el inicio de las transformaciones en el fenómeno histórico cultural que es la Argentina como nación, han sido como el zángano elegido y la abeja reina y han puesto muchos huevos que generaron nuevas realidades que han servido para alimentar el crecimiento de la riqueza, la participación de los obreros, trabajadores, profesionales, técnicos, científicos, sobre todo mujeres, y en general todos los integrantes de la comunidad política humana, en mayor o menor medida, en esa riqueza, que no ha sido únicamente económica, sino también política, social y cultural. 

Es decir, ellos han fabricado las mieles y la jalea real y han inducido también a que los trabajadores, que serían las abejas obreras, hayan podido abrevar en aguas limpias y polinizar en flores recien abiertas para producir sus propias mieles y la jalea real de una responsabilidad gregaria, política y solidaria, robusteciéndonos como comunidad humana y volviéndonos fecundos, útiles, productivos y felices, como las abejas.


Sin embargo, y desgraciadamente, los venenos de la polución mediática hegemónica, al haber emponzoñado los sentimientos y las inteligencias de quienes abrevan y recogen el polen infectado de sus mentiras interesadas, han llevado a que la gente vote y equivoque su elección, han conducido al sufragio subliminal, inconsciente, fundado en lo fantástico, recreándose en semejante accionar aquella mentalidad primitiva, mágica o salvaje que fueran caracterizadas por antropólogos como Levy Bruhl, Levy Straus, mentalidad ésta que responde a los estímulos de la propaganda, la publicidad o el marketing. 

Por obra de esos estímulos mediaticos, procedentes de la realidad virtual, quien le ha sucedido al frente del país a esa abeja reina que fue Cristina Kirchner es Mauricio Macri, que por su condición masculina, oligárquica, y de hombre de negocios no proclive a la sensibilidad social, diametralmente opuesta a la de Néstor Kirchner, pero enmascarada por ese procedimiento eufemístico de los medios ha disimulado o atemperado esos caracteres, ha conseguido llegar a la cima del poder público y es uno de los zánganos de la colmena, pero, a diferencia de Néstor Kirchner, carece totalmente de capacidad reproductiva en lo que a cultura, política, economía y favorecimiento del ascenso social se refiere, porque sus acciones, hasta ahora, al contrario de lo que nos proporcionó su imagen mediatica, de merchandising, no propenden a fecundar el bienestar y la felicidad de los obreros que junto a la mitad más uno del pueblo lo votaron y no ha llegado a penetrar y difundir en el ambito de la república su capacidad de mantener los logros y multiplicarlos. Demuestra en estos pocos días en el poder su esterilidad manifiesta. 

Pero no sólo la de un zángano más dado a su grupo y círculo de intereses que a la inmensa mayoría de la colmena humana, sino también la de un zángano que la está llevando al precipicio, que carece del más elemental instinto para conducirla. La megadevaluación del peso frente al dólar, la liberación de los controles cambiarios, la no protección de las pequeñas y medianas empresas, libradas a tener que competir desventajosamente con productos provenientes de otros paises de costos mucho más reducidos, el consiguiente desempleo de masas importantes de trabajadores que quedarán en la calle ante la reducción de personal, el cierre o directamente la quiebra de estas pequeñas industrias, el aumento de las tarifas del transporte y los servicios públicos por la quita de subsidios ya han deteriorado bruscamente el poder adquisitivo de salarios, jubilaciones e ingresos de los consumidores, y lo empobrecerán todavía más causando una formidable transferencia de ingresos de los sectores más pobres y las franjas medias de la población, cuantitativamente mayoritarios al reducido y minoritario sector más concentrado de la economía, beneficiado también con la supresión de las retenciones a las exportaciones de carnes y cereales y la suba del precio del dólar.- De modo entonces que este zángano no produce mieles ni induce a que otros las produzcamos y, carente de todo sentido gregario de solidaridad, desgastará y debilitará seriamente este colectivo humano que llamamos Nación y del que todos formamos parte e intentará seguir conduciéndonos como a los roedores, en alegre montón, el flautisa de Hamelin los llevó al precipicio.


Amílcar Luis Blanco  ("Las bodas de Caná", oleo sobre tabla de Gerard David)