martes, 10 de noviembre de 2015

EL VOTO SUBLIMINAL






                                  El voto subliminal es el voto inconciente y, también, inconsistente. Está fundado en una nebulosa, vaga y confusa percepción de opiniones infundadas o superficiales o de rumores, informaciones mentirosas, sesgadas, tergiversadas o incompletas. Se emparenta con otros dos tipos de conocimiento que han sido estudiados y clasificados por la Antropología y que han, mucho antes de que en el siglo XX esta ciencia los caracterizara, sido descubieertos y estudiados por el pensamiento filosófico.- Es decir, lo que en el origen de la Filosofía los filósofos que se proponían un saber metodico, sistemático y sin supuestos previos que lo condicionasen distinguieron de la sofística o la doxa. Que aludía a lo que se desprendía de las creencias, prejuicios o restos de una mentalidad prelógica o primitiva, en aquéllos siglos anteriores a la era cristiana, explicable por el magro y poco difundido desarrollo de las ciencias, pero que ya en el siglo XX  Levy Straus y antes Levy Bruhl expusieran desde un punto de vista científico luego de analizar y comparar las formas de comprender la realidad que campeaban en tribus africanas y de oceanía, indígenas de América del Norte y Asia, con las correspondientes a los métodos de las ciencias positivas propios del occidente moderno y la lógica aristotélica. El primero en su libro sobre el pensamiento salvaje y el segundo en su obra sobre la mentalidad primitiva.
                                    De modo tal que el saber subliminal o lo subliminal, definido como "lo que es percibido sin que el sujeto tenga conciencia de ello", del que deriva el voto subliminal, y la mentalidad primitiva o salvaje tienen el evidente punto de contacto de ser tres tipos de posiciones frente a la realidad que eluden, de un modo u otro, toda consideración conceptual o racional acerca del grado de verdad que puedan ostentar los hechos y las acciones humanas y la interpretación que se haga de ellos.
                                         Esta percepción subliminal explica la efectividad y eficiencia de las propagandas propaladas "urbi et orbi" por los medios de difusión masivos que, además, operan en lo que hace a los productos de las industrias y su comercialización, por lo general respondiendo a la capacidad económica de las empresas o corporaciones que los producen, de un modo hegemónico. Ello también responde al fenómeno de concentración de recursos logrados por los monopolios u oligopolios de producción y comercialización de productos que anulan todo posible tipo de competencia porque se apoderan de los mercados ocupando posiciones dominantes en los diferentes rubros de la Economía. Lo que sucede con la producción y comercialización, es decir el fenómeno de unidireccionalidad y unidimensionalidad que acompaña a este proceso de concentración de riqueza y posibilidades de quienes son sus titulares y beneficiarios, se traslada a los medios y al saber o al conocimiento que los medios imponen.
                                  Y lo que sucede con la propaganda y la publicidad, esta polución de lo subliminal, del saber subliminal, no sólo opera para vender masivamente los productos que están en el comercio sino también para imponer ideas, conceptos, información, etcétera. Es decir, en definitiva, para formatear, moldear o directamente crear una percepción de la realidad que no tiene en cuenta criterios de racionalidad o de verdad fundados en la experiencia de la realidad. Esta última es transformada en un relato fantasmagórico, espectral o fantástico, casi siempre dotado de una artificialidad que finge verosimilitud para naturalizarse y parecerse a la experiencia de la realidad pero que, si se analizase a fondo y en sus parametros de obviedad, revelaría ese carácter ficcional y que nos quita a cada momento los pies de la tierra a quienes lo padecemos. Nos arranca del silencio de la observación y la meditación, de la conciencia de nuestra mortalidad sobre todo. Nos sumerge en lo que Heidegger definió como lo inauténtico, la caída del ser ahí en el mundo de una manera apofántica, amanual, en la cual nuestra verdad se oculta y desoculta constantemente como la luz de una estrella que parpadea sumida en una distancia insondable. Una manera de pura actualidad, sin memoria, sin presente ni pasado, parecida a la de los animales, a la de las criaturas que como dijera Rilke viven solamente en sus ojos porque carecen de conciencia y se mueven instintivamente.
                                 Parecen inocentes, inocuos, los discursos que aluden a lograr la felicidad, la plenitud, la salud, la buena figura, el éxito en los negocios, la moda, el amor, los orgasmos simultáneos y perfectos, sin embargo permean o traspasan constantemente nuestras conciencias sin que éstas, en la enorme generalidad de los casos, puedan defenderse y rechazar exitosamente, ejerciendo la capacidad crítica y la memoria, todo este aluvión de mensajes que llegan desde los medios y consiguen crear estados de ánimo colectivos, tal como sucede en las canchas de fútbol, cuando los hinchas de uno u otro equipo alientan a sus jugadores desde las tribunas con cánticos y consignas que no admiten disensos y tienden a masificarlos en una sola dirección y en una exclusiva dimensión de humanidad que suspende los diálogos, el escuchar al otro para elaborar un discurso crítico. Operan entonces en nosotros los antiguos instintos de comportarnos como conglomerados gregarios huyendo hacia una sola dirección, la del pensamiento único, inconciente, subliminal. Tal como ocurre con las bandadas de pájaros, las manadas de cuadrúpedos, los enjambres de abejas o los cardúmenes de atunes que ondulan y se desplazan en abigarrado conjunto para ser devorados por los peces mayores.
                                    La polución subliminal ataca por igual a todos. Todos somos sus víctimas. Nos iguala. No interesa nuestra formación, nuestro grado de preparación. Si hemos cursado solamente la escuela primaria, secundaria, terciaria o universitaria. Lo importante es hacer lo que todos hacen, consumir lo que todos consumen, vestirse como todos se visten y comportarse más o menos como los medios indican que debemos hacerlo.
                                      En esta circunstancia histórica en que se acercan las elecciones que mediante el sufragio darán su apoyo a uno u otro modelo de pais, por un lado el de un estado que intervenga en la economía activamente dando salud, trabajo, educación y oportunidades de ascenso e  inclusión social, distribución equitativa del ingreso, acrecentamiento del mercado interno y en general un estado de bienestar al que puede accederse, y, por el otro, el que se  propone desde una polución subliminal con el eufemístico vocablo "cambio", el del capitalismo extremo que plantea un estado prescindente en cuanto a la salud, la educación y la inclusión o el ascenso social, que se quiere manejar exclusivamente dejando que los mercados nos gobiernen y que los capitales de las corporaciones se muevan buscando exclusivamente la rentabilidad para sus propietarios. Dos modelos, el que pone el capital al servicio de los factores económicos y el conjunto de la economía al servicio del bienestar social, que fue el del peronismo y hoy es el del kirchnerismo con Scioli a la cabeza, y, el opuesto, que pone los factores económicos y la sociedad en su conjunto al servicio del capital para que los dueños de ese capital obtengan sin riesgos toda la rentabilidad, utilidad o dividendos que sean posibles y, en suma, sigan acrecentando su ya cuantiosa riqueza y manteniendo la asimetría entre un gran conjunto enormemente mayoritario del pueblo en la pobreza y un puñado de accionistas de grandes corporaciones que son cada vez más ricos. A nosotros nos toca optar entre nuestra percepción subliminal o nuestra razón crítica, entre nuestra memoria responsable o nuestro olvido sin escrúpulos.

Amilcar Luis Blanco